"
La enfermedad tiene dos aspectos diferentes. Uno, es la enfermedad
en relación con los demás; y otro, el que se refiere
a uno mismo. Como médico conozco muy bien... o conocía,
la primera parte..."
Responde
el Dr. Eduardo Ortíz de Landázuria Rosa Mª
Echevarría
Por Rosa María Echevarría, profesora de Ciencias
de la Información
Rosa María Echevarría, entrevistó
a don Eduardo ? así le llamaban sus colegas más
jóvenes, alumnos, pacientes ? cuando ya la enfermedad
mortal se había revelado; en aquel entonces presentaba
así a su interlocutor : "Tiene los ojos don Eduardo
llenos de futuro, futuros profundos y abiertos, recogidos en
lo más hondo de su mirada. Cada día Don Eduardo
se asoma a un mundo nuevo en esa apasionada aventura que es
su vida, donde descubre inmensos horizontes y los va recorriendo
despacio, mansamente, como el rigor de ese pensamiento tan lógico
y tan humano del intelectual. Hay en su mirada un reto de alegre
vida y es su vida un valiente reto al esfuerzo en una lucha
tenaz y constante que parece ocultarse detrás de esa
cordialísima sonrisa que tan bien conocen sus enfermos"
([1]).
Después de una vida en contacto permanente con la enfermedad
y con el dolor, Don Eduardo ha experimentado en su propia vida
el inmenso valor del sufrimiento.
¿Qué se siente al dar ese largo paso que
se recorre en tan breve tiempo, al pasar de médico a
enfermo?
Una enfermedad es una cruz, eso es evidente. Por tanto, decir
que no tiene importancia, me parece que sería ridículo
y además no sería justo. La he llevado y la llevo
con mucha paz. La enfermedad tiene dos aspectos diferentes.
Uno, es la enfermedad en relación con los demás;
y otro, el que se refiere a uno mismo. Como médico conozco
muy bien... o conocía, la primera parte y, en este sentido,
la experiencia que tengo es que el enfermo suele ser muy agradecido.
Por una parte, uno se encuentra muy debilitado y por otra, ¡
qué duda cabe !, sería injusto no decirlo, está
esa proximidad de la muerte. Como es lógico, se siente
más cerca la muerte cuando se está enfermo. En
esta situación, toda la fuerza me la ha proporcionado
el sentido sobrenatural de la vida.
¿Cómo es ese sentido sobrenatural que tiene
el dolor para el Dr. Ortiz de Landázuri?
La enfermedad siempre nos enseña muchísimo. Creo
que el que pasa la vida suavemente, sin ninguna enfermedad...;
es indudable que Dios le dará otras posibilidades de
acercarse a El, pero está claro que una de las vías
para comprender mejor a Dios es la enfermedad. Es un camino
que nos conduce a Dios. Entonces, los que mueren a causa de
un accidente, ¿ no han podido acercarse al Señor
? Estoy seguro de que en tal caso Dios les dará otras
oportunidades. Sin embargo, no me cabe duda de que la enfermedad
es uno de los caminos más importantes para llegar al
encuentro más profundo con Dios... Y, como es lógico,
uno acaba agradeciéndolo.
Don Eduardo - uno de los pioneros de la Clínica Universitaria
de Navarra -, tenía muy grabado el espíritu del
Fundador de aquella Universidad - Monseñor Escrivá,
Fundador del Opus Dei -, y su amor apasionado a los enfermos:
Eduardo Ortíz - Cuando le preguntaban al Fundador del
Opus Dei cuáles eran las armas o las posibilidades que
tenía para hacer la Obra que el Señor le había
encomendado realizar en el mundo, solía contestar que
contaba con el dolor de los enfermos y el buen humor. El Opus
Dei nació en los barrios más pobres y en los ambientes
más míseros de Madrid.
DE MEDICO A ENFERMO
Inés Artajo, entrevistó para el Diario de Navarra
a don Eduardo. Lo encontró y presentó "enfundado
ya en su traje de calle, sin bata blanca, porque de médico
se ha convertido en enfermo, y de los de diagnóstico
irreversible: enfermo de cáncer, un mal con el que convivía
desde hacía meses" ([2])
Don Eduardo ha diagnosticado miles de enfermedades mortales,
ha expresado miles de veredictos finales. Sabe que va a morir.
Pero no como lo sabemos todos, ignorantes del cuándo
y del cómo: conoce su plazo. Sin embargo dice que no
sufre -" decir que no me asusta me parece una vanidad "-,
que lo afronta con serenidad y paciencia. En su rostro no hay
miedo. Recorre la senda de la esperanza.
E.O.- Fe, la he tenido siempre y pido a Dios que ahora, cuando
más la necesito, no me la quite.
EXPRIMIR LA VIDA " COMO UN LIMON "
Con su cáncer y su fe a cuestas, considera que la muerte,
enemiga y compañera de tantos años de ejercicio
de la profesión, no es tan terrible cuando le toca a
uno mismo. Y dice que aunque le gustaría vivir cinco
años más, acata y agradece la voluntad de Dios,
en quien siempre ha creído y confiado. Sigue trabajando
en la aventura universitaria como puede y puede mucho, porque
su espíritu vive a tope. Confiesa que su deseo es "exprimir
el limón", su vida, hasta la última gota,
sirviendo a su familia, a los demás, a la Ciencia, en
definitiva a Dios y a todas las gentes. Era en 1958 cuando -
médico ya famoso, catedrático y vicerrector de
la Universidad de Granada, casado y padre de 7 hijos -, cambió
su forma de vida y su economía para asentarse en Pamplona.
Dejaba atrás una merecida fama de eminencia médica
y un futuro humanamente brillante y bien acomodado.
E.O. - Entonces ganaba mucho dinero - dice sencillamente don
Eduardo -, pude hacerme rico. Pero dejé aquello, porque
cuando se tiene todo, no se tiene ya ilusión por nada.
Ahora veo que de haber seguido en Granada hubiera acabado por
hacer lo de otros acaudalados: comprar un cortijo y unos olivos.
Aquí, en Pamplona, sólo había ilusión
y pocos medios para levantar una Facultad de Medicina recién
inaugurada, y para crear una clínica universitaria.
Pero el Gran Canciller y Fundador de aquella Universidad - Monseñor
Escrivá, Fundador del Opus Dei - confiaba en él
como uno de los pioneros, firme e incombustibles ante las dificultades.
Don Eduardo, rechazó la posibilidad de abrir una consulta
en la calle Carlos III, foco seguro de fama y dinero; y pidió
un pequeño consultorio en la Facultad de Medicina. El
poco dinero que ha tenido lo ha empleado ahora en pisos para
sus hijos. Guarda una pequeña cantidad para que su familia
-"si los impuestos le dejan..."- haga frente a la
vida cuando a él le llegue la muerte.
NO ES TAN TERRIBLE LA MUERTE
El internista eminente, el testigo de muchas agonías
y marchas hacia la otra orilla del vivir, afirma que la muerte,
en general y salvo las aparatosas e inesperadas, no son tan
duras como la gente cree. Dice que si alguien muere en plena
vida, el desenlace es súbito y apenas se entera la persona
de su marcha. A una preagonía tormentosa sigue después
una muerte dulce, porque él lo ha visto: a medida que
el final se acerca, el cerebro pierde la sensibilidad fisiológica
y la agonía, ya de por sí, trae el estado de hipoestesia:
E.O. - La propia muerte se encarga de no ser tan dura como nos
parece.
Un enfermo que va a morir quizá no sufra tanto como los
familiares que le rodean, porque cuando se llega a ese trance
final, el enfermo no es que se desentienda de lo que le rodea,
sino que entra en una zona de nadie en la que se encuentra a
sí mismo. Y ese encontrarse, unido al instinto de conservación,
le permite afrontar la situación con más paz.
Esa paz que don Eduardo ha encontrado tantas veces en sus pacientes,
le ha servido para inclinarse siempre por el camino de la verdad
con el enfermo, para que afronte con dignidad su destino y lo
que pueda conllevar:
E.O. - No me ha gustado esforzarme por disimular las enfermedades
mortales, sino que he preferido esforzarme por salvar vidas
y, cuando no podía, en respetar la dignidad del enfermo
que tiene derecho a saber qué pasa en su cuerpo, por
qué se le opera, qué pasa con su vida. Decir la
verdad a un enfermo siempre traerá más confianza
hacia quien lo cuida y vela por él; sabe que además
de su instinto de conservación, cuenta con otra persona
que lucha por su vida. También es necesario este modo
de proceder para que cada uno, con su libertad, opte por el
camino que crea más conveniente en unas horas que puedan
ser las últimas. Unos quieren tomar determinaciones humanas,
otros quieren ponerse a bien con Dios, otros no hacen nada.
Pero aún así, tienen derecho a saber que su vida
se acaba.
Don Eduardo no es amigo de las palabras descarnadas, duras,
sino de la verdad dicha con caridad, con cariño y consideración.
E.O. - El final se acepta con serenidad, porque la grandeza
humana es mayor de lo que la gente cree. Por eso, si es por
miedo a la reacción del enfermo, que nadie, por falsos
respetos, tenga temor a que se le administren los últimos
sacramentos. No me meto en que no se los den por falta de fe.
Eso, allá ellos; pero que no sea por miedo a que la impresión
acelere la muerte. Nunca he visto que aceleren la muerte, antes
al contrario: los sacramentos dan al enfermo más tranquilidad
y más paz. Por lo demás, en la persona nunca se
agota el instinto de conservación.
Eduardo Ortiz de Landázuri ha atendido - se calcula -
unos 500.000 enfermos. ¡Cuántas curaciones, cuántas
alegrías a lo largo de su vida!
LA EUTANASIA, ESA BRUTALIDAD
¿Qué piensa Ortiz de Landázuri de la
eutanasia?
Me desgarra el alma pensar que se va a implantar la eutanasia.
¿Quién es dueño de la vida para matar
al enfermo o al no nacido?
Tampoco soy partidario de mantener vidas artificiales, como
cuando el cuerpo sigue en este mundo sólo por su conexión
a máquinas sofisticadas. Eso no se puede hacer: la muerte
no es tan indigna como para no ser aceptada en su momento.
También, por dignidad, Ortiz de Landázuri entiende
que, cuando no hay medios técnicos que los curen en los
hospitales, los enfermos están mejor en sus casas, con
su gente. Eso sí, siempre que esa vida no pueda agarrarse
al mundo en un hospital. Don Eduardo aprendió a reconocer
en sus últimos meses de vida el rostro de la que sería
su muerte. No conoce la hora ni el lugar, pero vislumbra ya
el modo, todas aquellas incógnitas que a la mayor parte
de los hombres les impide ver con claridad el fin hacia el cual,
cada minuto, cada hora y cada día, avanzan. Aunque advierte:
E.O. - No sé tanto sobre ella, los tumores son tan distintos...
Y la metástasis quizá me coja el cerebro, el hígado,
o no sé dónde. Lo que preveo - y lo digo sin tristeza
- es que pronto me tocará morir.
El fue quien vio primero las placas de su cuerpo y descubrió
la existencia de un tumor. Fue el primero también en
saber que necesitaba pasar por un quirófano cuando una
biopsia le confirmó que el tumor que crecía era
cancerigeno. Ahora agradece que los médicos hayan sido,
como él les enseñó: veraces, claros también
con él.
ACEPTAR LA VOLUNTAD DE DIOS
E.O. - La noticia de mi enfermedad irreversible la recibí
tranquilo, aunque no me la sospechaba. Es tan misterioso el
nacimiento y el desarrollo de un cáncer, tan distinta
su evolución... En mi familia causó dolor, pero
todos acogimos el descubrimiento con paz. Un diagnóstico
irreversible te enseña muchas cosas. Te hace ver, como
yo siempre he creído, que la ciencia y la fe están
juntas y que unidas dan mucho más fruto. Y también
comprendes que la muerte no tiene tanta importancia, sobre todo
cuando le toca a uno. Claro es que no puede decirse que no tiene
ninguna importancia, pero hay que aceptarla con serenidad. Dicen
que Dios da conformidad y es cierto. Ahora me he hecho a la
idea de que voy a faltar del mundo y no voy a negar que preferiría
pasar ese trance sin dolor. Acepto, sin embargo, lo que Dios
quiera darme. Tengo fe en él y ahora, lo que más
le pido, es que esta fe que siempre me ha acompañado
no me abandone en mi hora final, cuando más la necesito.
Me gustaría que a mi familia no le faltara nada cuando
yo me vaya...
Ahora habla don Eduardo a los suyos acerca del lugar a donde
irá. Primero, a la tierra:
E.O. - Me da igual una sepultura, un nicho o la fosa común.
Ni tengo dinero ni vanidad para ocupar un panteón.
Y después, al lugar donde siempre ha querido ir:
E.O. - Eso es lo único que de verdad me preocupa. Quiero
ir al Cielo. Sí, creo en el cielo. El lugar donde gozaré
de la contemplación de Dios. ¿Cómo? Mi
mente es demasiado limitada para entenderlo y explicarlo. Pero
allí quiero ir.
Don Eduardo cree también que el Infierno "desgraciadamente
existe"; y el Purgatorio. Espera, dice, que al final pesen
más sus trabajos buenos, la santificación que
ha procurado de su trabajo profesional y de sus deberes de cristiano,
atendiendo y curando enfermos, que los errores humanos y profesionales
que ha podido tener.
E.O. - He intentado pasar por la vida haciendo el bien que he
podido. Lo he intentado, pero no quiero que me digan que lo
he conseguido, porque me asusta mi posible vanidad. Quiero ir
al cielo y allí no hay sitio para los vanidosos.
Eduardo Ortiz de Landázuri aprendió a convivir
con aquel monstruo interior que un día del año
1984 devoraría su cuerpo. Uno de sus libros de cabecera
era "Camino"; en sus palabras nos ha parecido escuchar
el eco del punto 739:
" No tengas miedo a la muerte. - Acéptala, desde
ahora, generosamente..., cuando Dios quiera..., como Dios quiera...,
donde Dios quiera. No lo dudes: vendrá en el tiempo,
en el lugar y del modo que más convenga..., enviada por
tu Padre - Dios. - ¡ Bienvenida sea nuestra hermana la
muerte ! ([3])
P.C. -------------------Eduardo Ortíz de Landázuria
Rosa Mª Echevarría Nació en Segovia, en 1910,
y murió - con fama de santidad - en Pamplona en 1984.
En 1940 comenzó a trabajar como médico en la Clínica
del profesor Jiménez Díaz; fue catedrático
de Patología General de la Universidad de Granada desde
1946 hasta 1958. Fue sucesivamente Decano de la Facultad de
Medicina y Vicerrector de aquella Universidad. En 1958 se trasladó
a la Universidad de Navarra donde continuó desempeñando
la cátedra de Patología y Clínica Médica.
Fue Consejero del CSIC, Miembro - entre otras de la Royal Society
of Medicine del Reino Unido. Estaba en posesión de la
Cruz de Sanidad, Placa de la Encomienda de Alfonso X el Sabio
y Cruz del Mérito Civil de la República Federal
de Alemania. Contaba con 200 publicaciones y unas 100 ponencias.
Atendió a unos 500.000 enfermos en sus 50 años
de profesional de la Medicina.
[1] Cfr. ROSA MARIA ECHEVARRIA, Amar apasionadamente la Universidad,
Nuestro Tiempo, junio?julio 1984, pp. 4 y ss.
[2] Cfr. INES ARTAJO, en Diario de Navarra, 13-XI-1983.
[3] J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 739.
[4] J. ESCRIVA DE BALAGUER, Forja, n. 1001.
[5] J. ESCRIVA DE BALAGUER, Forja, n. 1037.
[6] J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 738.
[7] JOS EMARIA ESCRIVA DE BALAGUER, Fundador del Opus Dei, HOJA
INFORMATIVA, nº 1. Madrid, mayo 1976, pág.5.
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