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Los italianos en América.
Los inmigrantes
Italianos.

Con la derrota de Napoleón Bonaparte, Italia fue desmembrada después de 1815 y cayó bajo el poder de Austria. Estaba dividida en siete estados independientes: el Reino de Cerdeña-Piamonte, el Reino Véneto-Lombardo, los ducados de Parma y Módena, el Gran Ducado de Toscana, el Reino de Nápoles o de las Dos Sicilias, y los Estados Pontificios.
José Mazzini logró convertir las innumerables experiencias fracasadas de la década de 1820/30 en procura de la independencia italiana del dominio austríaco y de la unidad nacional, en un programa revolucionario decidido. En 1831 puso las bases de su asociación "La Joven Italia". En los estatutos dejó establecido que era republicana y unitaria, teniendo como medios para alcanzar sus objetivos, la educación y la insurrección. No era una secta ni un partido, sino "una fe y un mensaje". Este principio condujo a la fundación en Suiza de "La Joven Europa" en 1834, organización internacional dirigida a nuclear asociaciones republicanas tendientes al mismo fin humanitario, unidas por fe en la libertad, la igualdad y el progreso.
En 1848, una numerosa ola de revoluciones liberales asoló Europa y también impactó Italia. Comenzaron los motines con una rebelión contra el rey Fernando II de Sicilia, quien se vio forzado a otorgar una constitución liberal. Tras él otorgaron similares constituciones Carlos Alberto de Piamonte e incluso el Papado, forzado por la generalización de la insurrección.
En Milán, los presagios de insurrección obligaron al mariscal Radetzky, el interventor austríaco, que solicitará refuerzos a Viena. La ciudad se paralizó, se suspendieron las transacciones comerciales, mientras los forasteros la abandonaban presurosos. El 18 de marzo de 1848 estalló la insurrección llamada de las "Cinco Jornadas".
Encabezados por el "Podestá" de Milán, Gabrio Casati, los manifestantes imponen al vice-gobernador O'Donnel la abolición de la vieja policía austríaca y la organización de un nuevo cuerpo de seguridad municipal, la liberación de los detenidos políticos, libertad de prensa y la convocatoria de los Consejos Comunales para la elección de diputados a la Asamblea Nacional a convocarse al poco tiempo. El pueblo se insurreccionó y surgieron las primeras barricadas, mientras en el Palacio de Gobierno el cuerpo de guardia era asaltado y desarmado. Radetzky rehusó acatar las nuevas medidas y ocupó militarmente la ciudad, arrestando a los cabecillas de la insurrección. Fue entonces cuando todas las campanas de la ciudad repicaron al unísono, llamando al pueblo a las barricadas y la lucha callejera.
El día 20, los austríacos comenzaron a perder terreno retirándose del centro de la ciudad, mientras el pabellón tricolor fue enarbolado sobre el punto más alto del duomo liberado. La municipalidad asumió el gobierno provisorio de la ciudad, presidido por el Podestá, mientras los acontecimientos eran comunicados a la campaña y burgos lombardos. Se combatió ferozmente día y noche, siendo masacrados los insurrectos que cayeron prisioneros de los austríacos por voluntad del mismo Radetzky, quien amenazaba con bombardear la ciudad.
Milicias armadas de Bérgamo, Como y Monza atacaron la guarnición desde el exterior de la ciudad, hasta que las fuerzas comandadas por Luciano Manara lograron abrir Porta Tosa a los recién llegados. Unos 13.000 austríacos con 30 cañones, cayeron frente al coraje de la ciudadanía, entre la que sólo unos 600 milicianos estaban armados con fusiles.
La insurrección se propagó a todo el Reino Véneto-Lombardo, siendo obligadas a capitular todas las guarniciones austríacas. Venecia se proclamó república independiente y Carlos Alberto de Piamonte declaró la guerra a Austria.
Los revolucionarios encabezaban dos corrientes opuestas: Mazzini, Garibaldi y "La Joven Italia" aspiraban a consolidar una república unitaria, mientras los federales querían imponer una federación de principados italianos encabezados por Carlos Alberto y el Piamonte. En 1849, Garibaldi y Mazzini declararon la "República Romana", que fue un intento republicano que iba a durar muy poco, porque luego de derrotar al rey Carlos Alberto en Custozza y Novara, las tropas austríacas con el apoyo de napolitanos y franceses aplastaron la insurrección.
Estas derrotas generaron un nuevo exilio de luchadores republicanos, quienes emigran a América, especialmente hacia el mar Caribe, hacia Sudamérica y en gran parte viajan al Río de la Plata, al igual que muchos otros que habían acompañado a Giuseppe Garibaldi en su exilio sudamericano (1836-1848).
En las legiones organizadas por Garibaldi hubo numerosos italianos y lombardos, cultos, idealistas y de buena extracción social, activos miembros de sociedades secretas (masonería-carbonería), quienes constituyeron una emigración política que vendría a continuar luchando por sus ideales liberales, esperando regresar a Italia apenas hubieran cambiado las condiciones que los forzaron al exilio.
En Argentina la emigración lombarda integrada en la Legión Italiana de Buenos Aires, organizada y comandada por el coronel abruzzese Silvino Olivieri, defendió la ciudad-estado de Buenos Aires sitiada por las fuerzas del general Hilario Lagos y de la Confederación entre diciembre de 1852 y julio de 1853.
Hay muchos soldados y oficiales italianos que participaron en los levantamientos peninsulares de 1848/49 para luego participar en las luchas argentinas.
En la Legión Valiente o Italiana de Buenos Aires figuran nombres como Silvino Olivieri, Eduardo Clerici, Carlo Ristorini, Carlo Odicini, Alessandro Ponzoni, Giuseppe Gruppi. Capitán capellán Giuseppe Cassani; capitán maestro de la banda Giuseppe Giribone, Giuseppe Bonelli, Serafino Rodino, Cayetano Sacchi, Carlo Venturi, Felice Ballota, Giuseppe Lorea, Antonio Galeano, Giuseppe Uberti, Giuseppe Carini, Alessandro Todini, Felice Pertussio, Melitón Chioli, Pietro Hugony, Giovanni Battista Bisio, Cesare Bianchi, Francesco Mombelli, Giovanni Ferrarini.
En la Legión Agrícola Militar aparecen nombres como Luigi Bartoli, Serafino Rodino, Felipe Caronti, Felice Ballotta, Giovanni Ambrosoli, Giovanni Penna, Nicola Estoppani, Pietro Hugony, Enrico Silvola, Herminio Olivieri, Giuseppe Colombo, Mariano Barilari, Antonio Vicarini, Antonio Manfredini, Giuseppe Vietti, Diomiro Dellara, Domingo Galleani.
Los siete socios fundadores de Unione e Benevolenza, la asociación mutual italiana más antigua de Argentina, eran exiliados que habían luchado en los levantamientos de 1848/49 y tenían origen lombardo: Virginio Bianchi (Milano), Pietro Beretta (Pavia), Andrea Scarpini (Bergamo) y Giovanni Battista Ardizzi (Sondrio).

En el Caribe y especialmente en República Dominicana la experiencia europea italiana determinó que en la primera mitad del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX aparezcan registrados en las circunscripciones de Santiago de los Caballeros un importante caudal de ciudadanos italianos. Es llamativo que en su mayoría eran oriundos de Santa Doménica de Talao en la Calabria, región que constituye la punta de la península itálica.
En una investigación realizada por Edwin Espinal Hernández (ex Director de la ONDA) se consignan registrados de los cincuenta y nueve apellidos italianos, que veintiseis de ellos son todos provenientes de de santa Domenica de Talao en Calabria.
En la población dominicana empiezan a aparecer apellidos como Pezzoti, Pugliese, De Puglia, Russo, Longo, Campagna, Divanna, Schiffino, Cosentino, Anzelotti Cosentino, Cucurrullo Senise, Sabatino Oliva, Capobianco Caputo.

Desde el siglo XIX apellidos como Demorizzi y Bonelli se remontaban a las invasiones napoleónicas y a la relación con los corsos y sardos en los negocios marítimos por el Caribe.
Siguiendo la investigación de Edwin Espinal el registra otros apellidos provenientes de la misma zona calabresa pero afincados en Santiago como las familias de Francisco Bloise Minervino, Silverio Campagna, Luis Ciliberti, Luis, Francisco y Mario Cino, Carlos Cozza, Salvador Ferzola, Angel y Blas Leogaldo, Nicolás Leone Lagreca, Pascual Marino, Angel Oliva y su esposa Antonia Pignataro, Blas Russo, Enrique Sassone Maimone, José Antonio Oliva, Nicolás Perrone, Francisco y Genaro Pezzoti, Bruno Figgliuzi, Carlos Grisolía Divanna y el Dr. Vicente Grisolía.

"En América, antes que la fuerza intelectual en el hombre, se precisa la fuerza mecánica. Un abogado recién llegado puede encontrarse reducido al principio a hacer de cochero, contable, cocinero, geómetra, pintor, un diplomado cualquiera de camarero de un albergue. Pero llega el momento en el cual cada uno tiene modo de revelarse por lo que es, aprovecha las circunstancias, se afirma, emprende el camino y... llega.
Solamente los espíritus abúlicos y temerosos, enfrentados a los primeros obstáculos se retraen, renuncian a cualquier esperanza, a cualquier porvenir y sufren, y continúan de esa forma para no resurgir más.
América es propicia para los humildes. Impera la libertad económica no menos que la política. El trabajo, las fatigas, los sudores de un hombre son apreciados y recompensados en igual medida y el trabajo no falta más que para aquellos que no lo buscan y no lo aman..."

Francesco Scardin: "Vita italiana nell Argentine. Impresioni e note".volumen 1, Buenos Aires, 1899.

Soy bisnieta de una piamontesa llegada a Buenos Aires en 1848.
Claudia Testa se reencarna en los gñoquis, la bagna cauda, el aceite de oliva remedio de todo, y una tierna cantinela con la cual las hermanas de mi madre rememoraban a doña Tingui.
Había llegado en un barco de carbonarios al servicio de Garibaldi. El hermano la dejó al cuidado de una familia genovesa en la Boca del Riachuelo. Pequeña, rubia, de ojos verdes y delicada en los gestos, sus nietas, mi madre y sus hermanas la apodaron doña Tingui por jamás pudo decir tengo.
Peleada con el idioma, y hablando el "cocoliche" compartido con sus compueblanos, las colmó de ternura, de historias de su Italia norteña, de comida nutritiva y sustanciosa.
Detrás de una fachada de mansedumbre y cara de ángel de Botticelli escondía un temple de acero.
Tras años de matrimonio desgraciado con mi bisabuelo Anzoátegui, le plantó cara a ese mazorquero dueño de tropillas por servir a Rosas.
Le cruzó la cara con un rebenque a ese "señor de horca y cuchillo"cuando el atropello a sus hijos se tornó imposible, se recogió en un moño su larga trenza rubia, tomó a los hijos de la mano y lo abandonó sin más trámite a fines del otro siglo.
Años después amasando pasta casera o arrullando a sus nietas entre los brazos reflexionaba sobre el porqué lo había dejado, sin importarle la miseria, el desamparo o la maledicencia.
Dijo: " Nunca me preguntaron qué quería hacer de mi vida y "tingui" la impresión de que me obligaron a casarme con un gaucho malo y sotreta".

En Argentina, desde el siglo XIX han entrado al país 17 millones de italianos.
La pasta del jueves y los domingos, el recuerdo de la abuela y "el nono", la ópera de Verdi contra los austriacos y los versos ensalzando a Garibaldi son la música de trasfondo con la que se crió la mitad de la población Argentina.
Por eso cuando hace un lustro me senté a la mesa de los Russo, la sintonía fue instantánea y fue como si me sentara a la mesa tendida por mi bisabuela"Tingui".
Hace cinco años en los inicios de "Historia de familia" la familia Russo Cino me contó su vida.
Sentados a la mesa familiar de los jueves, la pastasciutta nos convocó. Yolanda, Mirta Oliva vda.Vidal, Ana Antonia Vidal de Cabrera, Yolanda Mella Russo, Aldo Russo y Catalina de Russo contaron la historia de tres generaciones que salieron de Calabria y eligieron el Caribe como destino de vida
Ellos me recordaron otras familias parecidas, que como en la Argentina comparten la receta para recrear un entorno familiar similar.
Es sencilla. Hace cinco años escribí la receta: "sólo bastan unos granos de amistad, una cucharadita de alegría de vivir , unos cuantos vasos de vino, unas gotitas de aceite de oliva, aderezado con humor y una picante guindilla.
Salpimiente todo con energía y la mezcla dará como resultado una familia impar de trasparente simplicidad que sabe cantar a la amistad, al vino, y al amor".

Los Russo-Cino son el emblema de una migración que se regó en América.
Ellos llegaron a fines del siglo pasado por Puerto Plata .
Procedían de un pueblito llamado Santa Doménica de Talao, en la provincia de Cosenza. Incrustado en el profundo sur italiano, en la Calabria, está encaramado en las montañas a 350 metros sobre el nivel del mar y distante del Mar Tirreno apenas cuatro kilómetros.
Los troncos familiares de Saverio Russo con María Francesca Cino y Pietro Carmelo Russo con María Teresa Di Puglia dieron origen a las familias que en Santo Domingo y Santa Doménica fueron desarrollando una larga tradición familiar.
Motivados por los comentarios de Saverio Di Puglia que visitó Puerto Plata en 1870, el matrimonio Russo-Cino se trasladó a América en busca de nuevos horizontes para sus siete hijos: seis hombres y una mujer.
Visitaron Brasil y Venezuela pero se decidieron por República Dominicana y se instalaron en Moca donde vendían joyas de oro y piedras preciosas.
Los conflictos políticos que vivió la isla en 1890 obligan a los padres a regresar a Santa Doménica llevándose al hijo menor.
En la isla quedaron Domingo, Antonio, Alessandro, Attilio, y Giussepe.
Antonio y Alessandro regresaron a Italia en 1930.
Giussepe y Antonio Russo tenían un nivel profesional alto y decidieron incursionar en el negocio farmacéutico y en las plantas de electricidad.
Domingo Russo Cino llegó con el título de farmacéutico y junto a su hermano Alessandro fundaron la primera farmacia de Bonao.
Giuseppe Russo Cino fue pionero de la energía eléctrica en Puerto Plata, La Vega y Moca y mantuvo abiertos de por vida los únicos cines de La Vega.
Fue fundador del Club Rotario de La Vega y filántropo por vocación. El 31 de julio de 1920 inauguró la planta eléctrica de La Vega .
Según el libro de Bernardo Vega: Nazismo, fascismo y falangismo en República Dominicana, hacia finales de los años treinta vivían en República Dominicana unos trescientos noventa italianos, pero no formaban un grupo cohesionado e inclusive muchos de ellos ya estaban casados con dominicanas o eran hijos de italianos. Según el censo de 1935 de los 393 italianos 271 eran varones y 122 hembras.
Estos grupos se concentraban en Santo Domingo, Santiago y Puerto Plata.
Hacia 1943, la lista de apellidos italianos recogía los nombres de Ferrúa, Barletta, Trifilio, Rainieri, Marra, Cino, Di Carlo, Rímoli, A'Alessandro, Palamara, Ruggiero, Sarubbi, Alterio, Oliva, Pezzoti, Perrota, Sorrentino, Palermo, Russo, Campagna, Sangiovanni y Pappaterra.
El mismo historiador investiga las vinculaciones del grupo de italianos con la Italia de Mussolini.
Las actividades se iniciarían hacia 1926 pero con la victoria de los aliados en 1943 todo el movimiento en torno del Fascio decaería.
Bernado Vega reflexiona que los italianos se asimilaron a la vida dominicana mucho más rápidamente que otros grupos de extranjeros, debilitándose así su sentimiento de nacionalidad. Por esta razón el apoyo de la colonia italiana al fascismo de Mussolini fue bastante tibio.
Como ellos otras familias como los Vicini, Grimaldi, D'Alesandro, Bonnarelly, Demorizzi se irían incorporando a la sociedad dominicana en distintos momentos y en distintas fascetas del desarrollo de la sociedad dominicana.
Los matrimonios, las empresas comerciales y culturales fueron los canales por donde la emigración italiana se convirtió en una vena potente que transmitía el espíritu ítalo.
Entre los inmigrantes destacados del siglo XIX se distingue Juan Bautista Vicini, quien compró terrenos para sembrar caña de azúcar. Poco después compró los ingenios La Duquesa, Azuano, Ocoa, Angelina e Italia. Su firma tuvo y tiene un gran poder económico. En el pasado siglo era de tal envergadura la importancia de su empresa que la firma era considerada hacia 1898 papel moneda.
Para esa época el negocio azucarero estaba en manos de criollos, cubanos, norteamericanos e italianos.
Hacia 1927, otro importante inmigrante se integró a la sociedad dominicana.
Fue el ingeniero Guido D'Alesandro quien construyó el Palacio Nacional y el Mercado Modelo de la Avenida Mella.
Dueños de una gastronomía diversa según las regiones italianas, en República Dominicana crecieron gran diversidad de restaurantes italianos que competían en buen servicio, delicias y sorpresas culinarias.
En 1954 Aníbal Bonnarelli fundó el restaurante El Vesubio en el mismo sitio donde aún se encuentra.
Las estadísticas de la inmigración italiana hacia América muestran que antes de 1900 los contingentes más elevados de inmigración corresponden a regiones del norte italiano: particularmente del Piamonte y Lombardía.
Piamonte es la única región del norte que mantiene un alto porcentaje, y la región que más inmigrantes aportó. Lombardía presenta altos porcentajes en la primera década, aunque luego desciende continuamente su aporte. Liguria, cuya inmigración es la más antigua del país, detenta todavía un elevado porcentaje antes de fines del siglo pasado.
El centro italiano no es una zona que aporte una corriente importante de inmigración, aunque son parcialmente destacables los aportes de Toscana y Las Marcas hasta fines de siglo.
El sur italiano hace sentir su peso especialmente luego de fines de siglo: Campania, Calabria y Sicilia son las regiones que aportan mayores porcentajes de inmigrantes.
Campania solo tiene envergadura entre 1885 y 1905. Calabria desde el comienzo de siglo presenta porcentajes importantes, con fuerte tendencia a aumentar su volumen. Sicilia solo cobra importancia a partir de 1905, con un muy importante aporte.


Graciela Azcarate

Graciela Azcárate e´ Argentina che tutti ormai la considerano come una dominicana. Vive a Santo Domingo dove, dirige lo speciale"Cultura" del periodico Hoy, 1997

http://www.rootsweb.com/~domwgw/italianosamerica.htm

Listado Apellidos italianos Argentina (Base de Dato)
http://www.apellidositalianos.com.ar/base/listadoAp.asp?clave=T&pag=61