El
Duarte, de la Independencia era un hombre de 31 años,
que ya para esa época, era comerciante, tenedor de libros,
patriota, político y militar.
Aparte de lo anterior, tenía una amplia cultura y una
clara inteligencia que fue reconocida por sus contemporáneos.
Como poseía buena presencia y un trato afable así
como una gran vocación de servicio, no tardó en
convertirse en un líder juvenil, que la juventud de su
tiempo reconoció y siguió.
Todos sus contemporáneos advirtieron su gran vocación
patriótica, política y militar.
Y como era hombre de su época fue liberal, romántico
y masón, sin excederse en ninguna de esas cosas.
No fue un excéntrico y hasta donde sabemos, hacía
una vida social, de acuerdo con las costumbres de su clase y
de su tiempo.
En lo que se refiere a su vocación religiosa, aunque
tuvo una formación cristiana y católica, nunca
se distinguió por tener una devoción exagerada,
pese a tener estrecha relación con varios sacerdotes
que eran íntimos amigos de su familia.
En lo que se refiere a su vida amorosa, el Duarte de la Independencia
tuvo dos novias: María Antonia Bobadilla y Prudencia
Lluberes. Con la primera llegó a comprometerse y le regaló
una sortija que se conserva en la Casa de Duarte y por motivos
que ignoramos, este compromiso se deshizo. Luego se comprometió
con la segunda, con la cual no llegó a casarse, y ésta
permaneció soltera e hizo de su memoria un culto, que
duró hasta su muerte, en el 1893.
De lo que sí podemos estar seguros es que Duarte, no
fue un misógino ni indiferente a los encantos femeninos,
como lo demuestra la relación que tuvo con las alemanas
que trató en Hamburgo.
El Duarte, de la Independencia fue acusado de inexperto, idealista
y ambicioso, pero jamás de santo, espiritualista o místico.
Esto nos hace suponer que sí tuvo esas cualidades no
las manifestó en forma notable o exagerada.
Si el Duarte de la Independencia se hubiera dado a conocer por
esas cualidades, no hubiera tenido los cargos militares que
tuvo en los cuales nunca fracasó, por no reunir las cualidades
requeridas para su desempeño, ni se hubiera dado el caso
de que un grupo de 57 oficiales le hubieran pedido a la Junta
Central Gubernativa que lo nombrara jefe del Ejército.
Resulta muy difícil imaginarse a un sujeto de una espiritualidad
exquisita o excelsa, como la que se le atribuye a Duarte, fundando
y dirigiendo una sociedad
conspirativa como lo fue La Trinitaria o dirigiendo la sublevación
del 9 de junio del 1844 o siendo comandante militar del Departamento
de Santo Domingo.
Igualmente hubiera sido muy contrario a la realidad y a la experiencia
histórica que en Duarte se hubiera dado el caso de un
místico o un espiritual tan exquisito trabajando como
tenedor de libros, apuntador de teatro, agrimensor o comerciante.
Mientras más analizamos la obra de Duarte durante la
Independencia, más nos convencemos de que no pudo ser
la de un místico de una espiritualidad exagerada ni la
de un soñador que no tenía sus pies sobre la tierra,
porque ese tipo de obras nunca han sido ejecutadas por esa clase
de hombres.
De todo lo anterior podemos concluir que el Duarte de la Independencia
no vivió ni actuó
durante esa época de su vida, como el místico,
el santo o el Cristo dominicano que se nos ha descrito.
Ese Duarte, vivió y actuó como un líder
juvenil, dinámico y positivo y es a ése y no a
otro, al que le debemos la Patria de que hoy disfrutamos.