Nació el 25 de febrero de 1816 en Santo Domingo; hijo de Antonio
Mella y Francisca Castillo. Se incorporó muy joven a
la Sociedad Secreta “La Trinitaria”.
Fue uno de los firmantes del manifiesto del 16 de enero de 1844,
el cual fue redactado por Tomás Bobadilla y que entre
otras cosas expresaba: “Los dominicanos han tomado
la firme resolución de separarse para siempre de la República
Haitiana y constituirse en estado libre y soberano”.
Al mes y medio de lanzado el manifiesto, estalló la rebelión
del 27 de febrero de 1844, la que se inició con el trabucazo
disparado por Mella, en la Puerta de la Misericordia.
En ocasión del golpe de Estado consumado por los Trinitarios
el 9 de junio de 1844, Mella, propuso encargar a Duarte el mando
supremo del movimiento. Sin embargo, cuando los conservadores
afrancesados asumieron el control total de la Junta Central
Gubernativa, tomaron una serie de medidas antiliberales, entre
éstas, declarar a Duarte, Mella, Pina y Sánchez
“traidores de la patria”, quienes tuvieron que abandonar
el país el 22 de agosto de 1844. Mella, se reintegró
a la patria 4 años después y tuvo una participación
activa en las acciones que culminaron con la derrota a la invasión
haitiana del presidente Soulouque (Faustino I).
En 1854 fue nombrado ministro plenipotenciario ante el gobierno
español, para gestionar el reconocimiento de la independencia
de la nación dominicana. En 1855 fue ministro de guerra
del presidente Santana, cargo que dejó al caer el gobierno
del hatero. Fue llamado por el presidente Santana en 1858 y
aceptó la Comandancia de Armas en Puerto Plata. Mella,
encabezó una manifestación de repudio contra la
intención haitiana de unir las dos naciones.
Meses antes de realizarse la anexión a España,
Mella, fue encarcelado y expulsado del país, por su abierta
oposición a este hecho. En 1863 tan pronto Mella supo
de la revolución restauradora salió de incógnito
de Saint Thomas en un barco que pasaría por el Norte
del país.
Aquejado de salud no pudo incorporarse a las luchas políticas
restauradoras y finalmente, en las cercanías de su muerte,
pronunció estas palabras: “Aún hay
patria, viva la República Dominicana”.
Antes de morir pidió que sus restos fueran envueltos
en la Bandera Nacional. Expiró el 4 de junio de 1864
y sus restos reposan en el mausoleo que está detrás
del Altar de la Patria, ubicado en el parque Independencia.